Los avances tecnológicos provocaron un salto evolutivo de la especie humana
Dicen que la gente vivirá vidas mucho más largas. ¿Qué quiere decir ‘mucho más largas’? Es un asunto de ingeniería médica: pueden ser cientos de años. Tal vez para siempre. ¿ transhumanismo ?
Transhumanismo

Desde hace varias décadas, en el mundo desarrollado ha ido creciendo un extraño movimiento de liberación. Sus seguidores apuntan mucho más alto que los activistas de los derechos civiles, de las mujeres o de los homosexuales. Lo que quieren es nada más y nada menos que liberar a la raza humana de sus limitaciones biológicas».
Francis Fukuyama, economista y miembro del consejo de Bioética de Estados Unidos, explica así la eclosión de una nueva corriente filosófica llamada transhumanismo, cuyos impulsores creen firmemente que el avance exponencial de la tecnología permitirá liberar al ser humano de su destino biológico. Y dar un salto evolutivo que nos cambiará como especie.
¿Ciencia ficción barata? Ni siquiera Fukuyama, abiertamente crítico con sus postulados, se atreve a descartarlos de un plumazo. No es tan descabellado pensar que un mis podremos usar la biotecnología para ser más fuertes, más listos y más longevos. De hecho, ya lo estamos haciendo en la actualidad.
Los transhumanistas aseguran que el 12% de la actual población de Estados Unidos podría describirse como ciborgs (híbridos biológicos y mecánicos). Entre ellos estarían las personas que utilizan marcapasos electrónicos, prótesis artificiales, lentes de córnea implantadas y piel artificial.
De hecho, la situación está tan madura como para que el Grupo Europeo de ética de las Ciencias y las Nuevas Tecnologías (GEE) se pregunte por los límites jurídicos y éticos que se abren ante nosotros.
«Uno puede preguntarse con qué objeto alguien puede querer introducir algún instrumento electrónico en el cuerpo.
La respuesta más obvia es la médica», escribe Pere Puig Doménech, miembro del GEE, en un artículo reciente. En España, explica, se ha aprobado un sistema de estimulación basado en un electrodo que se introduce en el cerebro y que puede servir para limitar los efectos de enfermedades como el Parkinson.
¿Donde situar la frontera? El comunicado del GEE advierte: «No todo lo que es técnicamente posible es admisible únicamente, es aceptable socialmente y está aprobado legalmente».
Para el físico Giulio Prisco, vicepresidente de la Asociación Mundial Transhumanista, los límites son muy difusos y defiende los postulados del movimiento, «que no son más que el reconocimiento del hecho de que se puede utilizar la tecnología para mejorar radicalmente a los seres humanos (como individuos, como sociedades y como especie), así como pensar que hacerlo es bueno.
Los argumentos en contra se refieren a menudo a ideas tan nebulosas como la dignidad humana y es fácil reconocerlos como viejos argumentos religiosos. Como por ejemplo, ´si Dios hubiese querido que los hombres volasen les hubiese dado alas´».
Parece razonable, pero,¿qué significa exactamente para ellos el término mejorará:»Una mejora muy importante explica Prisco será permitir que la gente viva vidas mucho más largas y con mucha más salud. ¿Qué quiere decir ´mucho más largas´? Es un asunto de ingeniería médica: pueden ser cientos de años.
Tal vez miles de años. Quizás, y esta es la posibilidad asombrosa que estamos empezando a ver, un tiempo indefinido; si no nos ocurren accidentes, para siempre».
Aunque, puestos a imaginar, Prisco adelanta una forma de conjurar hasta el peligro de accidente. Se trata de una tecnología por inventar denominada mind uploading, que consistiría en hacer una copia de seguridad de la información contenida en la mente, para poder volverla a cargar en un nuevo cerebro biológico o robótico. «Y aunque esta idea pueda plantear algún problema filosófico relacionado con los conceptos de yo e identidad,su aplicación práctica está ya siendo estudiada».
Además, dicen, si yo sigo existiendo, ¿qué importancia puede tener que haya cinco o seis copias más por ahí?
El primer autor que utiliza el término transhumanismo fue sir Julian Huxley, hermano del autor de Un mundo feliz.Fue en su obra Nuevas botellas para vino nuevo un individuo aquí de una manera, otro individuo allí de otra manera, sino también en su integridad, como humanidad.
Necesitamos un nombre para esa nueva creencia. Quizás transhumanismo pueda servir: el hombre sigue siendo hombre, pero trascendióndose a sí mismo, realizando nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana».
Y todo esto, ¿para cuándo? El pensador Ray Kurzweil, en su ensayo El viaje fantástico: vivir bastante para vivir eternamente,asegura que la convergencia de la nanotecnología y la biotecnología, y las ciencias de la información y las cognitivas, harán todo esto posible en unas cuantas décadas. Quizás menos de cinco.
«Eso quiere decir que tus hijos podrían vivir eternamente. Sí, has entendido bien: eternamente».
¿Y qué pasa conmigo, con nosotros, los que ya somos adultos en este momento?
Los transhumanistas aconsejan recurrir a la criogenización. Mantener tu cuerpo en nitrógeno líquido hasta que ese futuro sea posible. De hecho, los planes de varios transhumanistas de hacerse congelar con la esperanza de que les revivan en el futuro la utiliza Fukuyama como prueba del lugar que ocupa este movimiento «en la periferia intelectual».
Además, los pasados fracasos de la futurología a la hora de desvelar nuestro futuro permiten dudar de sus predicciones de bastante incertidumbre.
Definida como la religión de la lógica especulativa, el transhumanismo tiene la ambición confesada de convertirse en la filosofía central del tercer milenio. Qué duda cabe de que resulta atractivo eso de ser como dioses.
Desde luego mejor que los futuros catastróficos que tanto predicamento tienen en estos tiempos. Pero el mundo está lleno de escépticos y Borja García de los Ríos, director de Laylah,una revista de cultura oscura,es uno de ellos:
La ciencia ficción no acierta
«Dentro de 100 años, el transhumanismo o bien habrá tenido un éxito rotundo o habrá fracasado miserablemente. Personalmente apuesto por lo segundo. Si enfocamos el tema desde un punto de vista estrictamente racional (como se supone que hacen ellos) vemos que la ciencia siempre ha sido más lenta de lo esperado a la hora de producir los productos que la sociedad espera (¿qué pasá con la robótica y con la carrera espacial?), y cuando lo hace siempre es de una manera que no se esperaba. No hay más que leer un libro de ciencia ficción de los años 50 (Asimov, Heinlein…) para ver a lo que me refiero.
A pesar de estar basados en la ciencia, su idea del mundo de finales de milenio no podría estar más equivocada ni aposta. Ningún escritor de ciencia-ficción predijo la importancia que en el futuro tendrían los ordenadores, por poner un ejemplo al alcance de todos. Y al fin y al cabo, el transhumanismo no es más que la ciencia ficción de cambio de milenio.
Es un contrapunto interesante al catastrofismo prevalente en casi cualquier teoría sobre el futuro, pero eso no lo hace más real, de la misma manera que tampoco su irrealidad acabará con su ideología en ningún momento; basta con creer que si no es dentro de 50 años será dentro de 70. Todo es una cuestión de fe».
Además, dicen sus críticos, la primera víctima del esta nueva filosofía podría ser la igualdad. Una idea que se basa en que todos poseemos una esencia humana más importante que las diferencias que nos separan.
Josep Muntañola, catedrático de Projectes d’Arquitectura de la Universitat Politècnica de Catalunya que asistía a un congreso en Polonia sobre el tema asegura que la arquitectura actual ya contiene las semillas del transhumanismo y apuesta por una visión positiva del fenómeno: «Como decía Bajtin, nadie puede escapar a su propia libertad, y los arquitectos, los primeros, con transhumanismo o sin él.
Pero, en cualquier caso, bienvenido sea si lo que nos ofrece a los seres que existimos hombres o superhombres- es más libertad en la salud y en la paz: supersalud y superpaz,por supuesto».
La sociedad no caerá de repente en el hechizo que generan sus promesas. Pero es muy posible, como denuncia Fukuyama, que mordisqueemos las tentadoras ofertas de la biotecnología sin ver su incierto coste moral.